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miércoles, 23 de septiembre de 2015

In Paradisum. Tres visiones del más allá












Saludos a todos. En la entrada de hoy quisiera hablar de una de las piezas que ocasionalmente se integran en el Requiem o Misa de Difuntos, cuyos textos han sido musicalizados en multitud de ocasiones por compositores notables en la Historia de la Música.


El texto del Requiem en la liturgia católica también se emplea en ceremonias religiosas de conmemoración de un ser querido. Este hecho ha propiciado que las composiciones resultantes hayan evolucionado con el tiempo, adquiriendo mayor dimensión orquestal y dejando de ser un puro recitado del texto religioso en una iglesia por un coro unisonal.

El carácter sinfónico adquirido por estas obras, además de factores como el aumento en la extensión o el empleo de otros textos al margen de los litúrgicos (como en el caso del Requiem alemán, de Johannes Brahms) han propiciado que se interpreten principalmente en auditorios y salas de concierto, llegando a desnaturalizarse su función en el oficio religioso. Casos muy conocidos los constituyen, por ejemplo, el Requiem de W. A. Mozart o las Misas de Requiem de Verdi o Fauré, entre muchos otros.

Los textos litúrgicos en latín se articulan en una gran estructura que no ha sufrido demasiadas modificaciones a lo largo de los años. En las últimas décadas se ha suprimido alguna parte, pero el resto del bloque sigue intacto. Desde hace siglos, los textos gregorianos se han interpretado sin variación, pero su musicalización ha ido evolucionando a la par que las tendencias estéticas del momento, adaptándose al creciente número de voces melódicas y su consecuente tratamiento armónico y contrapuntístico.


Por ello, el Requiem constituye una de las principales formas poético-musicales que los compositores de ayer y hoy emplean para expresar su arte.


La estructura principal se compone de Introito, Kyrie, Ofertorio, Sanctus, Agnus Dei y Comunión. Otras partes como el Gradual, el Tracto y la Secuencia fueron suprimidas de la litugia hace años. Dentro de la Secuencia, uno de los textos más famosos es el "Dies Irae", empleado por Mozart o Verdi en sus Requiem:




Dies Irae del Requiem de Mozart en Re menor K 626

https://www.youtube.com/watch?v=1Tb9HmlPuVI


Dies Irae del Requiem de Verdi

https://www.youtube.com/watch?v=TVjDP0vlem4




Al margen del texto litúrgico del Requiem, ocasionalmente los compositores añaden otros textos religiosos procedentes de actos posteriores como Lux Aeterna o In Paradisum, que por sí solos han generado composiciones independientes.


En esta entrada quería centrarme en In Paradisum (Al Paraíso), un texto empleado una vez finalizada la misa de requiem, y que viene a narrar el tránsito del alma de la persona desaparecida desde el mundo terrenal hasta el celestial. Este argumento es particularmente interesante como idea compositiva y ha generado auténticas maravillas en la Historia de la Música.


El texto dice lo siguiente:


In paradisum deducant te Angeli;
in tuo adventu suscipiant te martyres,
et perducant te in civitatem sanctam Ierusalem.
Chorus angelorum te suscipiat, 
et cum Lazaro quondam paupere
aeternam habeas requiem.

(Trad.)

Al paraíso te conduzcan los Ángeles;
a tu llegada te reciban los mártires, 
y te conduzcan a la ciudad santa de Jerusalén.
El coro de los ángeles te reciba, 
y con Lázaro otrora pobre
tengas el eterno descanso.





La melodía gregoriana del In Paradisum es la siguiente:









A continuación podréis comparar tres versiones del mismo texto realizadas por tres compositores de estilos diferentes, para comprobar qué uso hacen de la melodía gregoriana original (en caso de emplearla), y especialmente, de la traducción del significado y representación de las imágenes propuestas por el texto al lenguaje musical, objetivo fundamental de las formas poético musicales. No soy nadie para emitir juicio de valor alguno, y mucho menos sobre obras que permanecerán por siempre en la historia por derecho propio. Tan solo propongo un ejercicio de audición activa, en el que cada uno imagine lo que el texto le sugiere, y que pueda crear su propia conciencia crítica que le permita apreciar y distinguir el significado de auténtica trascendencia contenido en una verdadera obra de arte.

Resulta muy interesante poder leer el texto mientras escuchéis la música.



Comenzaremos por el In Paradisum del compositor italiano Luigi Cherubini (1760-1842) incluido en su  Requiem en Do menor, compuesto en 1816:







Seguimos con el In Paradisum del compositor francés Maurice Duruflé (1902-1986) de su Misa de Requiem op. 9, compuesto en 1947. De los tres ejemplos, es el único basado en la melodía gregoriana original:









Para finalizar la comparativa, vamos a escuchar el In Paradisum del Requiem en Re menor, del compositor francés Gabriel Fauré (1845-1924), compuesto en el año 1888. Aprovecho para despedirme hasta una próxima publicación. Que sea la música la que cierre la entrada. Muchas gracias a todos por seguirme día a día.














lunes, 21 de septiembre de 2015

Zadok the Priest. Georg Friedrich Händel

Saludos a todos. Hoy voy a compartir una de las obras más conocidas de Georg Friedrich Händel. Se trata del Anthem o himno de la coronación "Zadok the Priest". Forma parte de otros tres himnos más, "The King shall rejoice", "My heart is inditing" y "Let thy Hand be strengthened".

Estos himnos fueron compuestos por Händel para la coronación del rey Jorge II en 1727, y desde entonces se han interpretado en cada coronación de un monarca británico.

"Zadok the Priest" está escrito para coro SCTB y orquesta, compuesta por tres trompetas, flautas, oboes, violines I, II, violas y continuo (fagotes, trombones, violonchelos, contrabajos y órgano).

Hace unos años, una obra basada en este himno se hizo famosa al convertirse en la sintonía de la Champions League.


Os dejo enlace de la obra en youtube para que la podáis escuchar, además de un link a una transcripción para banda que he realizado hace poco, partitura general y partichelas incluidas.




Compartid si os gusta






AUDIO  https://www.youtube.com/watch?v=MiXgOQ9_-RI&list=RDMiXgOQ9_-RI



PARTITURAS   https://es.scribd.com/doc/282286734/Zadok-the-Priest-G-F-Haendel-Transc-A-Bernabeu-Lorenzo






Que la disfrutéis


















domingo, 20 de septiembre de 2015

Lux Mundi. Marcha de procesión. Armando Bernabeu Lorenzo











Hola a todos de nuevo. Hoy comparto con vosotros una de mis obras para banda, la marcha de procesión "Lux Mundi". Esta marcha fue galardonada con el 2º premio en el III Concurso de Composición de Marchas Procesionales "Villa de San Pedro del Pinatar", en el año 2012.

Cuando vas a componer una obra siempre suele venir muy bien tener una historia que contar. A no ser que vayas a realizar un ejercicio puramente técnico, planificar el proyecto compositivo con un argumento de fondo permite que, una vez acabado, el oyente pueda intuir a través de la audición de la obra la historia que tenías en mente.

En este caso, mi marcha de procesión se centra en describir los momentos más duros de la Pasión de Cristo, alcanzando en el Trío la liberación en la Resurrección y Ascensión a los cielos.

Fue estrenada en la fase final del concurso el 23 de marzo de 2012, en la iglesia de la Santísima Trinidad.


Os dejo link para descargar todos los materiales de la obra, partitura general y partichelas en formato pdf, así como un audio de la marcha, grabado en directo el mismo día del estreno por la Unión Musical San Pedro del Pinatar.


Compartid si os gusta, y que la disfrutéis.


PARTITURAS    https://es.scribd.com/doc/264935930/Lux-Mundi-Marcha-de-procesion-para-banda-General-y-partes-Armando-Bernabeu-Lorenzo



AUDIO       http://ge.tt/58xL9FO2/v/0?c






Un abrazo a todos













sábado, 19 de septiembre de 2015

Ave Maria. Obra para coro a 4 voces mixtas

Saludos de nuevo, hoy comparto con todos vosotros mi "Ave Maria" para coro a 4 voces mixtas.

Esta obra fue "Declarada de interés" en la VII edición del Concurso Internacional Amadeus de Composición Coral:

http://concurso.coroamadeus.es/compositores/armando-bernabeu-lorenzo/

Descargadla libremente y compartidla si os gusta. Animo a todos aquellos que pertenezcan a una coral a cantarla y disfrutarla tanto como yo lo hice mientras la escribía, hará ya unos tres años (cómo pasa el tiempo).


https://es.scribd.com/doc/282010398/AVE-MARIA-Armando-Bernabeu-Lorenzo






¡Hasta pronto!

martes, 15 de septiembre de 2015

Una tarde en la escuela


<<Una de nuestras travesuras -o mejor dicho mías, porque Adrián dejaba que la ejecutara solo- consistía precisamente en dejar caer la manilla sobre la piel tendida, mientras Luca alteraba la tonalidad provocando una verdadera cacofonía>> 

Doktor Faustus. Thomas Mann







Jamás olvidaré aquella tarde en la que, como tantas otras, acompañé a mis padres a la escuela de música. Sería un martes o un miércoles a la salida del colegio, y como no había nadie para quedarse en casa conmigo, me llevaron con ellos.
Las escuelas de música son recintos extremadamente silenciosos cuando no hay nadie. Son lugares insonorizados. O deberían serlo.


No tendría más de 6 años. Esa edad en la que todo es gigante, el tiempo parece no pasar y tu única preocupación existencial (al menos la mía en aquel momento) era saber si al llegar a la escuela aún quedaría una de aquellas berlinas de chocolate recién hechas que servía el señor de la cantina. Siempre acompañada de un batido, también de chocolate.

Aquella tarde llegamos más pronto de lo habitual y las clases aún no habían comenzado. Mis padres tenían reunión del claustro de profesores y yo decidí salir de la sala de reuniones, escapando de un aburrimiento atroz.
No había nadie por el pasillo, en ningún piso. De vez en cuando se escuchaba toser al conserje desde la entrada principal del edificio en la planta inferior. En el piso intermedio sólo estaban ellos, muy quietos, esperando silenciosamente a que alguien los hiciera hablar, cantar o gritar. En la planta superior había un aula casi siempre vacía y bastante extensión por ocupar. Parecía un escondite secreto al que poder acudir para pensar, escapar de mis fechorías (que era lo más frecuente) y por supuesto, oír esa mezcla sonora difuminada que procedía de las aulas en las que se estaba dando clase o estudiando. Los que hayan sido alumnos de música sabrán bien a qué me refiero.
Pero aquella tarde reinaba el silencio. Un silencio tan poderoso que parecía poder cobrar vida en cualquier instante, cuando menos lo esperase. Y allí estaba yo.

Recorriendo el pasillo que conectaba con las aulas del piso intermedio, fui colándome en cada una de ellas. Estaban con las luces apagadas, en la penumbra. Tan sólo iluminaba su interior la poca luz que procedía de un ventanal de vidrio próximo a la sala de reuniones, extinguiéndose al final del pasillo en donde la oscuridad era prácticamente total. En todas las aulas había lo mismo, una mesa con una silla cómoda, un piano vertical con su banqueta y la silla del profesor, cuadros de armaduras y tonalidades, dibujos hechos por los alumnos más pequeños y un espejo para que los estudiantes de instrumento de viento pudieran corregir malas posiciones a la hora de tocar.

Esas aulas no me decían mucho porque ya las conocía bastante bien. En ellas daban clase mis padres y yo solía estar en la mesa haciendo algunos deberes o matando el tiempo con cosas de niño como molestar mientras se daban las clases (tenía 6 años).

Pero al final del pasillo, allí donde casi no llegaba la luz, había una puerta doble que encerraba otra estancia, la más grande de la escuela, y a la que nunca podía acceder porque siempre estaba en uso por otras personas. La sala de ensayo de la banda.

Al no haber nada ni nadie que me lo impidiera, me atreví a abrir la puerta. A mis ojos era una sala inmensa, llena de muchas cosas que en su momento no sabía qué eran. Por ejemplo, un trozo de madera grande y cuadrado que había en el suelo (una tarima), un montón de palos con una bola al final (baquetas), un triángulo de metal que no acababa de unirse por uno de sus vértices y varios objetos extraños que no lograba distinguir por la falta de luz. Busqué el interruptor de la sala y, asegurándome de que no hubiera nadie por allí, encendí las luces.

Mi sorpresa fue enorme. Parecía que había encontrado un tesoro oculto, era algo muy especial, muy atractivo y diferente a todo lo que había visto antes. De hecho, en aquel momento esa sala desbancó a las berlinas y no tenía otra cosa en la cabeza más que disfrutar de lo que había descubierto. No había nadie, y lo único que podía percibirse levemente era el zumbido del tubo fosforescente.

Sabía que me quedaba muy poco tiempo antes de que esa atmósfera de intimidad tan excitante llegara a su fin, así que me apresuré y empecé a analizarlo todo con extrema curiosidad infantil. Eso sí, cuidadosamente y sin ser descubierto.

Todos me miraban, inmóviles, callados, muy atentos. Y muy vivos. Eran de metal, de madera, de distintos colores y tamaños, con "botones" muy extraños que se podían pulsar para que el mecanismo se desplazara. Estaban todos allí, para mí solo.

De pronto hubo un objeto que estaba al fondo de la sala y que llamó poderosamente mi atención. Era el más grande de todos y se mantenía en pie con un soporte metálico con unas ruedas pequeñas. Me preguntaba qué podía ser aquello y fui a examinarlo. Parecía una rueda gigante recubierta de madera, y esa madera rodeaba una especie de tela elástica a ambos lados. Tenía unos tornillos alrededor para mantenerse bien sujeto. Y junto a aquella estructura había una bandeja con más palos que terminaban en bola. Acababa de descubrir el bombo.

Uno de aquellos palos de la bandeja era mucho más grande que los demás, y en lugar de acabar en bola terminaba en una masa de lana. Evidentemente, mi reacción era de esperar. Cegado por la curiosidad agarré la maza del bombo. Me acerqué a él. Y del impulso que cogí para golpear el parche, el bombo llegó a desplazarse.

Me quedé aturdido y asustado. Durante unos segundos no sabía qué hacer. Además, la tos y los pasos del conserje se acercaban a bastante velocidad. Lo único que se me ocurrió fue salir corriendo a mi escondite en el piso superior, rezando por que no me pillaran.

Ya arriba, me senté junto a la puerta del aula vacía, reviviendo en mi mente todo lo que acababa de suceder, volviéndolo a reproducir una y otra vez tratando de sentir esa curiosidad mezclada con miedo y emoción que había vivido hacía un momento. Al rato, empezaron a escucharse en el piso intermedio voces de niños, carreras, gente más mayor, música fragmentada y de nuevo aquella mezcla sonora difuminada, que me acompañó cálidamente durante aquellos días de mi infancia, como mi mejor amiga.



Por cierto. Esa misma noche al salir de la escuela de vuelta a casa, mis padres me echaron un poco la bronca, pero entre risas. Estaba convencido de que nadie me había descubierto. Pero el conserje, que sabía muy bien quién había en la escuela en todo momento, les dijo que me había dejado la luz encendida...







A mis padres, que me enseñaron la luz